abiertoparafantoches

Tuesday, April 11, 2006

La primera vez que tuve el sueño no le mucha importancia, a pesar de que la chica era extrañamente hermosa en su tristeza y de que le quedaba muy bien la trenza cayendo sobre el hombro desnudo. Creo que se trataba de lo que podría llamarse un sueño simbólico, porque ella me miró muy fija, colocada en el centro de un invisible paisaje onírico, y adoptó una postura tan rígida que me hizo pensar en una reina de baraja. Inmóvil, con el brazo izquierdo flexionado, parecía una de esas jóvenes solidarias que van a donar sangre y esperan sentadas un minuto, apretando el algodón contra la piel magullada, antes de canjear el vale por un bocadillo de jamón en la cafetería del hospital. La dama de mi sueño también tenía el brazo doblado, pero supe que era para que yo me fijara con más atención en la mano extendida que había al final. Era una mano de mujer, pequeña y deliciosa, que parecía mirarme a través de la peca oscura que tenía en el centro. La muchacha con aires de princesa errante me sonrió cuando levanté los ojos del lunar y en sus labios leí "ven". Luego no sé si ella se dio la vuelta y echó a correr hacia ninguna parte o simplemente desperté. Yo me acaricié la mejilla derecha instintivamente. Tenía una peca idéntica a la suya en el pómulo.
Durante un segundo hubiera querido volver a dormir para regresar exactamente a aquel sueño, a aquella mujer que no existía fuera de él y me señalaba su peca como si fuera el punto situado dentro de un mapa en el que habríamos de encontrarnos. Pero no sucedió así. Tuve que levantarme y marchar a buscar trabajo, como venía haciendo todas las mañanas desde hacía mes. Por supuesto, un día más regresé a casa después de las tres, sin haber conseguido otra cosa que rellenar un par de fichas para trabajos de mierda en agencias temporales. Me senté al ordenador y maté la tarde visitando páginas de porno y unos cuantos blogs infumables. Era el último mes que iba a poder permitirme pagar internet, así que aprovechaba para aburrirme al máximo hasta el postrer momento. Hacia las ocho me tumbé en la cama y me quedé dormido casi instantáneamente.
Me vi en una ciudad que no era la mía, en un tiempo distinto, con un aire que tenía una textura densa, de humo carbonatado de discoteca. Había una neblina juguetona que ocultaba y mostraba como un velo una hilera de edificios antiguos situados al borde del mar. Yo estaba asomado al borde del mirador, pero no había nadie en la playa. Nadie hasta que ella aparecía en el centro, plegada sobre sí misma, la cabeza apoyada en una falda de terciopelo oscuro. Como una amapola, rojo y negro son sus colores, habréis de defenderla de Dios, del hombre, de ella, recité sin saber qué decía, pero convencido de que ese era el verso que merecía. Llevaba una diadema negra, cuajada de piedras que resplandecían y sus ojos tenían la quietud de un piercing retinal, la mirada de un gato pintado en la pared de una gran ciudad. "Aquí", dijo sin voz esta vez, y ya estaba saltando la baranda para cumplir su designio, cuando desapareció de nuevo.
Había dormido casi doce horas cuando abrí los ojos. Mi teléfono móvil aullaba la melodía de los Simpson, pero decidí darme la vuelta para volver a soñar con ella. Añoraba los cielos rosados y la piedra de esa ciudad misteriosa que mi recuerdo conocía al milímetro, sin haber pisado jamás sus calles. Dormí con la brusquedad de abismo que proporcionan las drogas, pero de pronto no estaba en ningún sitio. En mi sueño "delante" era una dimensión carente de sentido y de existencia, yo extendía las manos y sólo tropezaba en el aire vacío. No estaba mirando en la dirección correcta, lo supe en cuanto sentí el empujón que me derribó al suelo. Todavía tirado la miré un segundo, ahora llevaba un traje de hombre, calzones y chaleco de terciopelo verde, y sus ojos estaban rabiosos. "Ahora", ordenó haciendo restallar su látigo con varonil ademán, sin llegar a pronunciar la palabra.
Desperté, me levanté y me puse la ropa que encontré sobre la cama. Creo que dejé la puerta abierta. Salí a buscarla. Aún sigo buscándola.